(para 4 personas)
INGREDIENTES
PREPARACIÓN
Mientras el color vivo de las lentejas parecía concentrar toda su atención, miró hacia afuera, a través de la pequeña ventana, lejos.
Sus zapatos, aquellas botas que adoraba, se mojaban enseguida, sobre todo en las puntas, y así, cuando cambiaban de color, parecían zapatos de tip tap. Entraba y salía del jardín como una esperanza ligera. A veces venía a recoger solo un poco de salvia, romero o tomillo y después, pasando por el cobertizo, recogía una cabeza de ajo y unas cebollas.
El follaje que en verano se transformaba en un jardín vigoroso, descendía lentamente obligado por el peso del rocío de la madrugada. Las plantas mostraban su fragilidad, doblándose sobre los tallos empapados, ya secos y oscuros. Era la entrega a la nueva estación.
A lo mejor, en aquel momento, caminando por aquel lugar, entre el rocío matutino de las hojas, el aleteo inesperado, habría podido sentir, junto con todo esto, esa parte suya que había permanecido viva, pero oculta, como dormida. Puede que fuera eso lo que, después de tantos siglos, podía sentir como un fragmento, la memoria de su “lado salvaje”. Era una sensación secreta, penetrante y fresca como el aroma de la salvia frotada entre las manos.
Habría podido imaginar que estaba caminando desde hacía días, libre, a pie, sin tiempo ni miedo, por valles infinitos, en busca de algo. A lo mejor solo de leña y comida.
La entusiasmaba incluso la idea de ser sorprendida por algo inesperado. A veces era suficiente solo un sonido, incluso solo un poco de viento, un movimiento danzante de las cimas de los árboles lejanos o de las flores silvestres, como si se tratara de un velo invisible que ha rozado las cosas. El “sentido salvaje” que vivía en ella se podía despertar con poco: la punta de las botas mojadas o el frío punzante en los dedos o en la nariz.
Quería resistir, pero al mismo tiempo quería volver al calor, el pan ya debía estar casi cocido. Entonces la cocina se llenaba de aromas, mientras el rojo vivo de las lentejas en el fuego se transformaba en naranja brillante y después, solo al final, en una crema para untar en el pan.
Soy Zaira Zarotti,
Photographer & Visual Storyteller, Autora del blog The Freaky Table.
La belleza efímera de las cosas simples y cotidianas, de las cuales la comida es sin dudas una parte importante, es para mí un pretexto de prospección visual e interior.
La comida es un sustento seguro, pero es también cultura y nos representa más de lo que podemos imaginar.
La fantasía de las legumbres en la cocina no tiene límites para mí. Hoy, más que en el pasado, son la sana respuesta proteica a las necesidades de alimento para todos, sin el derroche de enormes recursos en ventaja de pocos. Tienen memorias de antiguas sabidurías y nuevos retoños de conocimientos. Son ya un futuro sostenible, que respeta la Tierra y le agradece.